jueves, 27 de marzo de 2008

O'Neill




Me obsesioné en una ocasión con un vagabundo. Lo vi salir una tarde de un viejo estadio de fútbol abandonado. Había un semisótano cuyas ventanas daban a la calle, a ras de suelo. El hedor que de allí salía era insoportable, no se me hubiera ocurrido que nadie pudiera vivir allí, claro que, por otro lado, de no vivir nadie no se desprendería ese olor a podredumbre. El caso es que salió de allí. Tenía una bolsa enorme y unas piernas veloces. Andaba rápido, muy rápido. Como uno de esos tipos que están a punto de perder un tren o un avión. Sentí curiosidad por saber a dónde se dirigía. Lo seguí unos minutos, luego advertí las miradas de la gente, que iban de él hacia mí, sentí vergüenza porque me confundieran con un amigo suyo y aminoré el paso. Al poco lo perdí. Yo sentía por esa época una extraña fascinación por la gente que vivía en la calle. Imaginaba que en cualquier parque habría un Bukowski o un Henry Miller bebiendo vino barato y mirándoles las tetas a las chicas que corrían o paseaban al perro. Maquinando algún poema o uno de sus cuentos. Por eso, a los pocos días, me encontraba de nuevo frente a aquel viejo campo de fútbol. Estaba vallado y precintado por la policía. Unos días atrás, un enfermo mental había violado allí a una monja de las que repartían mantas y comida a los que viven en la calle.

Estaba cerca de casa de Mario, así que lo llamé.

-Baja, vamos a emborracharnos.

Anduvimos por un par de bares. Estuvimos de acuerdo en que ambos queríamos echar un polvo. Buscamos el bar en donde las chicas estuvieran más borrachas y ahí nos quedamos. Había una rubia con maneras de guarra bailando con alguien. El tipo insistía en sobarle el culo y ella se hacía la ofendida sin mostrar mucha convicción. No quería complicarme mucho la vida, quería algo fácil así que fui a por ella. Me acerqué por detrás y le dije que estaría a unos metros de allí. Rió y siguió bailando con aquel tipo. Fui a la barra a por una copa. Antes de poder acabarla estaba en un callejón con los pantalones por los tobillos. Salió Mario, se aburría solo. Como a mí no se me ponía dura nos fuimos los tres a otro bar. Mario me contó que llevaba seis meses sin follar. No tenía por qué preocuparse, con toda seguridad ella también se lo follaría. O qué coño, podríamos follarla los dos a la vez, esa idea nos pareció muy divertida. La dejamos sola un momento. Para ir al baño o cualquier otra cosa. Al volver la encontramos dormida en un sofá. Inconsciente tal vez. La miraban un par de tipos con mala pinta desde una esquina. Nos pareció muy engorroso tener que montarla a rastras en un taxi, además, no sabíamos donde vivía, no sabríamos dónde decirle al taxista que la dejara. Acabamos nuestras bebidas y nos fuimos a casa.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Flashback

Conocí una vez a un tipo. Estudiábamos juntos. Era de la clase de los que no hablan con nadie. De clase a casa, de casa a clase. Solo se llevaba con una chica. Era de la clase de las que hablan con todo el mundo. Supongo que a ella le gustaba que él la escuchara. Que le dejara apuntes, le guardara un sitio en las primeras filas, ese tipo de cosas. Ella tenía novio, todos lo sabíamos. Él se enamoró de ella, también todos lo sabíamos, incluida ella. Imagino que le gustaba tener uno de esos amigos mascota que tanto divierten a las mujeres. El curso siguiente él pidió a un amigo que viniera a estudiar con él. Ahora eran tres, la chica y ellos dos. Su amigo y la chica se llevaban cada vez mejor. Con el tiempo lo excluyeron, ahora volvía a estar solo. Lo vi alejarse, lo vi llorar, lo vi, por último, solo. La chica dejó a su novio y empezó a salir con el amigo. El chico del principio acabó por desaparecer, nunca más supe de él. Unos días antes de que se marchara le escribí algo, solo unas líneas, que esperaba poder dejar entre sus cosas. Me creía mucho más experimentado y sabio que él. No sé a dónde fueron a parar aquellas palabras, supongo que a la basura. No recuerdo con exactitud qué le decía, pero era algo así:

“Hola, soy tú mismo dentro de algún tiempo: Ahora deberías estar destrozado porque te acabas de enterar de que X e Y se acuestan desde hace algún tiempo. Si es así, sigue leyendo. Sé muy bien como te sientes, porque es así como me sentía yo. Estás confuso porque la que tú creías que era una princesa ha demostrado ser una zorra más del montón. Acojonado porque vivías en una falsa seguridad, la veías tan lejana y a la vez tan cerca de ti, cada día era igual al anterior, la tenías a ella para poder agarrarte a algo y ahora cada paso que das es en falso, en un suelo embarrado en el que temes resbalar. Enfadado y humillado. Desesperanzado porque vivías esperando el día en que ella se diera cuenta de que estaba tan enamorada de ti como tú de ella y ahora te das cuenta de que eso jamás sucederá. Quieres tirar la toalla, te has quedado de un plumazo sin chica y sin amigos. Tan solo. ¿Qué va a ser de ti? Yo te lo diré. Vas a renunciar al poco amor propio que te queda. Vas a arrastrarte por ella, vas a llorar arrodillado ante ella y vas a suplicarle que por favor te elija a ti. Le dirás que sin ella tu vida carece de sentido, que es su calor el que te da vida y sus besos los únicos que quieres. Vas a abrazarla tan fuerte que le harás daño y la vas a sentir más lejos que nunca. Y lo harás porque ella es única e irremplazable, porque es un ser maravilloso. Ella es una entidad más cercana al cielo que a la tierra que merece todo eso, merece ser cortejada hasta la extenuación por alguien a quién no aprecia. Es, como mujer, sensible y apasionada. No te reprimas, llora, llora por ella. Que ella te vea hundido y hecho un guiñapo. No hay momento más sublime para una mujer que ver a un hombre llorando por ella, que ver a un hombre arrodillarse y arrastrarse, que ver a un hombre dejar de ser hombre. Ganará seguridad en sí misma, se reafirmará como mujer y como centro del universo. Sabrá lo que un hombre es capaz de hacer por ella, porque es especial, sensible y bella, tanto que puede hacer perder la compostura a un hombre. No le robes eso, házselo saber. Con tus lágrimas y destruyendo tu autoestima. Con los escombros de tu personalidad construirás los cimientos de su altar. Sigue a su lado, no la abandones ahora. Ahora será más guapa, resplandecerá. Porque está enamorada. Es un momento muy especial para ella y necesita que estés a su lado reafirmando con tu desgracia lo dichosa que ella es en este momento. Por fin ha encontrado a un hombre de verdad: a un pendenciero, un chulo, un encantador canalla. Un macho con todas las letras. Entiende que tu polla es demasiado blanda y pequeña para ella. Lo que ella necesita es alguien capaz de follársela contra la pared y dejarla insatisfecha sin que parezca importarle lo más mínimo. Un verdadero hombre, un jodido macho. Ella busca emociones fuertes y lujuria sin límites, ahora está en una espiral de goce vaginal y sensaciones fuertes que tú nunca podrías ofrecerle porque no eres lo suficientemente hombre. Si de verdad la quieres sigue con ella. Permanece a su lado para cuando necesite hablar con alguien sensible, para cuando se sienta mal y necesite reafirmar su ego y ganar seguridad. Sigue con ella hasta el final, hasta que tu amigo le haga daño en el alma y le rompa el corazón, que lo hará. Pero no se lo digas ahora, no seas aguafiestas y le digas que tu amigo le hará sufrir, tu misión es callar y estar atento para escuchar su llamada cuando ella te necesite. Sigue al pie del cañón reafirmando el ego de una mujer tan maravillosa y especial.”

No me hizo mucho caso. Como ya dije, desapareció.

Yo me había vuelto un cínico. Un descreído. Algunas malas experiencias, ese viejo rollo. Andaba jugando y manipulando a algunas, huyendo de otras, manteniendo las distancias con las chicas. El mismo día que le escribí lo anterior a este tipo, al llegar a casa, encontré entre mis papeles una nota. Todavía la conservo, dice lo siguiente:

"Hola, soy tú mismo dentro de algún tiempo: Ahora deberías estar solo. Tan solo como yo lo estoy ahora, como lo estaremos siempre, pero con una diferencia. Yo no tengo miedo. ¿Sabes? Deberías hacer algunos cambios. Si algo me ha enseñado la experiencia es que el amor y el dolor son dos sentimientos que viajan juntos. Siempre uno detrás del otro. Ya sé que estás pensando, que eso también lo sabes tú, pero espera, hay otra diferencia entre tú y yo. A mí eso ahora me da igual. No creas que no tiemblo de miedo cada vez que conozco a alguien, sé que al final todo acabará entre lágrimas, pero yo bebo de esa copa hasta el fondo, hasta que siento el sabor amargo del poso al borde del precipicio que es mi garganta y sé que ya no hay vuelta atrás. No me quedo mirando aterrado sin atreverme a dar el paso o me doy la vuelta y me voy. El desamor, el abandono, los celos y la melancolía son cuatro de las mariposas que revolotean en el estómago cuando estás enamorado y son las que más tarde se van. Serías un estúpido si renunciaras a todo lo demás solo por el miedo a sufrir en un futuro. Podrías estar mucho tiempo como ahora lo estás. Solo, sin problemas, regodeándote en tu congoja, mirando al pasado para reafirmar un presente de mierda, añorando el paraíso perdido. Tienes que tirar ese muro de falsedad y autoengaño. Es mentira, espabila de una vez, no estás mejor así. Tienes dentro muchas cosas que desean salir y que dejas morir sin que salgan de ti. Eres, también, en el fondo y como todos, un mendigo del amor. Darías lo que fuera por un abrazo tan largo como una noche entera. Por unas palabras sinceras. Pero te engañas y te dices que no lo necesitas. Te escudas cobardemente en decir que es preferible prescindir de eso a cambio de prescindir también del dolor y el sufrimiento. Vives en la nada. También podría decirte que las mujeres no sienten de verdad, solo buscan que las cortejen y que les vayan detrás, que desprecian los sentimientos más profundos para quedarse solo con lo superficial. Yo no me cambio por una de ellas, no querría pasar así por la vida, creen que están hechas para lo hermoso y lo sensible, las educan así y viven, como tú, una mentira. Ellas desprecian lo verdadero, lo bello, lo profundo y lo intemporal. Se quedan con lo superficial, lo más vistoso, lo que más llama la atención, lo que velozmente se marchita, lo que se construye rápido para llenarse de grietas y al fin acaba por romperse en mil pedazos. Cosas como las flores, que viven apenas unos días o el éxito, tan efímero como vacío e inútil. Tratan de llenar sus vidas con cosas que no sirven para nada. No querría estar en la piel de una de ellas. Sin embargo, no renuncio a enamorarme de la primera en la que veo un brillo especial en los ojos. Pensarás que soy un tonto. El amor no es un sentimiento, no al menos el amor hacia una persona en especial. Es un acto voluntario y circunstancial. Algo reservado solo para los valientes en estos tiempos que nos han tocado vivir. En la época del no-sentimiento, del no-compromiso, del sexo por el sexo, de la mentira y el egoísmo, del YO por encima de todo, el que se atreve a amar es un héroe. Y si hay valor en el hecho de amar a alguien es porque sabes que al final habrá lágrimas, dolor y soledad, lo sabes y aún así te lanzas y eso es valiente y, como no, hermoso. Más bello que una cara bonita, que un paisaje nevado, que todas las estrellas del cielo brillando a la vez solo para ti. Darte entero, sin miedos, provocar una sonrisa, un gemido o un gesto y saber que te pertenecen, que sin ti no hubieran existido. O darte de bruces con la realidad, que te digan que no. A nadie le importa que le digan que no cuando ha puesto todo de su parte. Tampoco puedes culparla a ella de que no sienta lo mismo que tú, al fin y al cabo todo surgió dentro de ti, si tuviste los cojones de sacarlo fuera, aunque te lo estampen en la cara, aunque te humillen o te desprecien, toda la mierda que una mujer pueda arrojarte se estrellaría contra todo eso."

Me gustaría saber que fue de aquel tipo.