miércoles, 9 de abril de 2008

Demasiado tarde.

Hay algo en las mujeres que no me gusta nada. –Decía Alberto- Cuando las mujeres dicen que no, no siempre quieren decir que no. Eso es algo que aprendemos los hombres muy pronto pero demasiado tarde a la vez, cuando ya nos hemos dado bastantes golpes. Dicen que no cuando quieren decir sí por muchas cosas, por pudor, por la educación que han recibido, por mil cosas, tal vez solo por joder. Y sobre todo esto es así porque cuando dicen que no saben que les van a volver a preguntar de nuevo hasta que digan que sí.

Un momento –Interrumpí. -Si a un no le siguiera un “vale, pues no” y ahí acabara todo hace tiempo que dirían sí cuando quieren decir sí y no cuando quieren decir no. Hay una cosa cierta, cuando te dicen “vete a tomar por el culo” es un no rotundo. Eso no admite dudas. Esa obstinada esquizofrenia a los hombres nos trae de cabeza desde siempre. No sabes si un no es un no o si te han dicho que no porque quieren que las aplastes bajo una tonelada de ingenio y personalidad para acabar diciéndote que sí. Una tonelada de personalidad. Bendita ingenuidad. Lo que quieren es que te postres a sus pies, no es personalidad lo que buscan, buscan a alguien que les eleve el ego. Personalidad es mandarla a la mierda cuando juega contigo, dejarla rota y pensando cuál es el jodido motivo por el que te alejas en lugar de agasajarla y rogarle un sí, eso es personalidad. Y cuando te hayas ido y tengan a diez millones de imbéciles diciéndoles lo especiales que son para conseguir bajarles las bragas estarán pensando en ti, en porqué para ti no son tan bellas ni especiales.

Aunque con la polla de otro en la boca. –Apostilló Alberto.

Eso también es verdad. Es que esa es otra. Nosotros, cuando finalizamos una relación pasamos por un momento de duelo. Nos sentimos humillados, estúpidos, feos… Estamos hechos una piltrafa. Pero ellas no pasan por ese momento. Solo tienen que esperar al fin de semana, ponerse una camiseta ajustada y de nuevo están en el mercado. Ya tienen a cientos de gilipollas de todos los colores opositando por entrar en su cama. Tú estás en casa oyendo discos antiguos fumando demasiado y mirando por la ventana y ella ya está rechazando proposiciones de mil tipos diferentes.

¿Y qué me dices de las que van de obra maestra? –Cuando Alberto empezaba con una frase tan críptica como esa sabías que te iba a soltar uno de sus discursos. –Las que creen que acaban de salir del estudio del escultor. Ha dado el último golpe con el cincel, la ha pulido a conciencia, se ha alejado unos metros de ella y le ha dicho “ahora habla”. Las que van de realizadas. Realizadas profesionalmente con un gran trabajo; físicamente pues han llegado a su plenitud; espiritualmente puesto que se sienten en armonía con el universo; culturalmente ya que han acabado sus estudios. Totalmente acabadas. Menudas imbéciles. Yo a mis treinta años no estoy ni mucho menos realizado. Tendría muy poco que ofrecer, sería muy simple si fuera así. Yo no me considero un inmaduro pero, coño tío, no estoy realizado. Me queda mucho por ver y por aprender. Menudo estúpido sería si lo pensara o si así fuera. Y ojalá no esté realizado cuando cumpla ochenta. Yo soy más complejo que todo eso, tengo mucho dentro que ordenar y hay muchas cosas fuera de las que quiero aprender. Pero no, estas chicas están realizadas. Sienten en lo más profundo que ya lo saben todo, que ya lo tienen todo y ahora solo buscan alguien que las adule, que las quiera y que comparta su visión de la vida. Y si luego dan con un gilipollas encima se quejan. Es lo que estabas buscando, ahora no te quejes.

Realmente sabemos de lo que hablamos –Tomé la palabra – Podríamos tener a cualquier mujer, las conocemos a la perfección. Ponme otra copa, hoy me siento solo.

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