miércoles, 16 de abril de 2008

Lancelot

No debería haberme dejado convencer para salir de casa ese día. Sabía cómo acababan las cosas siempre que quedaba con Juan y ese día no tenía por qué ser distinto. Además aún me debía dinero y estaba seguro de que no me lo devolvería. Aunque a mí me hiciera más falta que a él. De hecho era la segunda semana del mes y saliendo ese día me quedaba sin nada para aguantar hasta que cobrara de nuevo. Pensé que ya se me ocurriría algo para ir tirando y que en ese momento necesitaba más embriagarme hasta perder la conciencia que reservar dinero para comer el resto del mes. En fin, salimos y bebimos.

Nos encontramos a Miguel y a su novia. Son cada uno como un apéndice del otro. Pero no hay algo más. Es decir, cada uno es apéndice pero no pertenecen a un cuerpo, a algo más elevado. Son apéndice de otro apéndice. Y realmente aburridos. Más tarde vimos a Israel y Javi, estaban discutiendo. Como siempre. De un tema banal e insustancial. De algo en lo que da igual llevar o no la razón. También nos cansamos. Vimos a más conocidos esa noche: a Beatriz, siempre intentando llevarse a Juan a la cama; a Víctor, aparentando ser un rompecorazones; a Eva, tan vulgar como siempre. Todas las personas que conozco son tan aburridas.

El camino de vuelta a casa era largo y estábamos cansados, anduvimos un rato aún embriagados recordando lo que esa noche habíamos hecho. Yo conseguí un par de besos de una chica, pero era de las que no quieren, solo quieren tener. Como todas. Así que una vez que me tuvo se fue a casa dejándome a solas con mi copa. Nos paramos a vaciarnos de alcohol y porquería detrás de unos coches aparcados. Uno de esos coches pertenecía a dos chicas que volvían también a casa. No fue difícil hacer que nos llevaran. Querían comprar más alcohol y beberlo juntos los cuatro, en la casa de alguna de ellas. No nos pusimos de acuerdo en quién follaría a quién, una era fea y la otra tampoco era una belleza. Les mostramos el camino a una tienda abierta, les pedimos dinero para comprar la bebida, bajamos del coche, giramos en la esquina y entramos en mi casa. Nada más supimos de ellas. No sé cuánto tiempo estarían esperando a que volviéramos.

No hay comentarios: