martes, 12 de febrero de 2008

Globetrotter




Durante un tiempo trabajé en un hotel de segunda. Había cogido una habitación porque era lo más barato que encontré y el trabajo surgió solo. Era algo que nadie querría hacer. A mí me dejaban dormir en una habitación con más empleados y me daban algún dinero que podía gastar en salir por ahí y comprar algo de ropa. También comida. Vivía con tres. Un portero nocturno y otros dos. Uno de ellos era una especie de paria, un marginado. Me porté bien con él los primeros días y se obsesionó conmigo. Solo podía socializar con el resto de empleados si estaba yo y me seguía a todos lados. También desarrolló un gusto por el vodka barato para intentar estar a mi altura. Al principio me molestaba, imaginaba que acabaría siendo marginado igual que él por tenerlo siempre detrás de mí. Pero era bueno tener a alguien que te acompañe cuando bebes.

El trabajo era una basura. Tenía que estar toda la noche despierto. Debía limpiar la cocina, atender la tienda, ocuparme de las chorradas que pidieran los inquilinos, reponer el papel en los baños, ese tipo de cosas. Se hacía muy aburrido, la mayor parte del tiempo eran ratos muertos. Me mantenía alejado del bar porque el camarero insistía en que tomáramos cocaína y yo lo último que quería era estar toda la noche con el corazón saliéndome del pecho. Prefería estar en un estado de aletargamiento tal que hiciera que las horas pasaran más rápido. Los tipos de recepción y los porteros nocturnos eran unos gilipollas. Así que solo podía fumar un cigarro tras otro y esperar a que amaneciera.

Conocí a un grupo de adolescentes. Estaban estudiando en la ciudad y pasarían tres semanas alojados. Me llamó mucho la atención una de las chicas. Apenas tenía dieciocho años y los ojos más grandes que haya visto nunca. Decidí caerles bien a sus amigos. No fue muy difícil hacerme con ella. Yo, aunque más pobre que una rata, borracho todo el tiempo y con un trabajo de mierda, llevaba una camisa con el nombre del hotel, tenía llaves de todas las habitaciones y un walkie talkie. Esas son la clase de cosas que llaman la atención a las mujeres, sobre todo a las más jóvenes. Para impresionar a una treintañera debes tener un trabajo fijo y un coche potente. Pero en esencia es lo mismo, si destacas por algo, por absurdo que sea, habrá alguna que se bajaría las bragas por ese tonto detalle. Les prometí sacarlos la noche que libraba. Ella se insinúo, aunque de una forma patética y acabó en mi cama. Esa y las tres noches siguientes. Lejos de ser algo bueno, se convirtió en una tortura. No dejaba ni que le sobara las tetas. Pensé que había dado con una de esas estrechas. Qué equivocado estaba. La tercera noche me metió la mano en el pantalón.

-Venga, nena, chúpamela.

-No.

-¿Porqué? Venga, solo un poco, estoy muy cachondo.

-No, seguro que te corres en mi boca.

-¿En tu boca? Claro que no, nena, si me corro luego no podríamos hacerlo. –Pensé, joder con la estrecha, ¿cuántos se habrán corrido antes en su boca?

-Ni de coña vamos a follar.

-¿Qué? Venga ya, es la tercera noche que duermes conmigo. No te he forzado nunca a nada, creo que ya toca.

-No, no vamos a hacerlo. Que te quede bien claro. No me vas a follar. Te veo andar por ahí. Como si todo te perteneciera. Te crees tan especial con esa particular forma tuya de andar, de sonreírle a la gente. No voy a ser un trofeo, seguro que ya te has follado a decenas de clientas del hotel. No voy a ser una más. Que te quede muy claro que no vamos a follar.

-Joder, nena, me dejas sin palabras. Ahora no sé qué haces aquí en la cama conmigo.

-Solo quería dormir contigo.

-¿Con tu mano en mi polla?

-Bueno, te la chupo, pero que te quede muy claro que no vamos a follar. Ni esta noche ni ninguna otra noche.

-¿Entonces me corro?

-Pero no en mi boca.

-Mierda.

Acabé y me di la vuelta. Yo solo quería dormir. Ella me rodeaba con sus brazos y sus piernas. La sentía rozarse contra mí. Yo me hacía el dormido para que dejara de molestarme.

-Oye, me has dejado mojadita, hazme algo.

-¿Qué? Venga, estoy dormido.

-No seas egoísta, no me dejes así. – Lo decía mientras se quitaba las bragas.

-¿Follamos o qué?

-No, no vamos a follar. Acaríciame, cómemelo. Me gusta que me lo coman.

-Ni de coña. Yo no hago esas cosas.

-No seas gilipollas, venga, solo acarícialo un poco hasta que me corra, me corro muy rápido.

Joder, me había vuelto a liar con una tarada.

Un par de días después salió por ahí con sus amigos. Cuando llegó yo ya estaba en la cama. Había conseguido una llave en recepción y se metió en mi cama. Estaba borracha. Quería contarme como había pasado la noche pero no que la tocara. Había bebido mucho, había conocido a unos italianos. Todo se había desmadrado y habían acabado dándose besos en los labios. Todas con todos, todos con todas. “¿No estarás celoso, verdad?” ”Ni de coña, nena, puedes hacer lo que quieras” Yo, dos horas después de que ella llegara, debía estar trabajando en el turno de mañana. La desperté. Estaba con resaca y remolona. La saqué de malos modos de la cama y estuvo el resto del día enfadada conmigo. Esa noche salimos a dar una vuelta con sus amigos. Vinieron los italianos. Quise hacer las paces con ella pero no quiso hablar conmigo.

-Oye, me dijo uno de sus amigos, ¿sabes que Carmen se besó con uno de ellos?

-Sí, me dijo que las cosas se salieron un poco de madre y que iba algo borracha.

-Bueno, no fue un simple beso.

Vale, eso explicaba bastantes cosas. Aproveché que estaba en el servicio y me largué de allí con algunos de sus amigos sin decirle nada. Había otra chica, no tan guapa como ella, pero bastante pechugona y con cara de vicio. Intenté llevármela a la cama pero compartía habitación con el hermano de su novio y no quería armar ningún escándalo. Ya en el hotel, conseguí la llave de la cocina y me fui allí con ella. No tuve tiempo ni de verle las tetas, el portero nocturno nos pilló y me gané una amonestación. Semanas más tarde me follaría a su novia, pero no voy a contar eso por ahora.

A la mañana siguiente, vino Carmen a hablar conmigo.

-¿Porqué me dejaste sola?

-No quería interrumpir nada.

-Vamos, ¿fue por eso por lo que besaste a Laura?

-No, eso fue porque me aburría.

-Sabía que eras así. Lo sabía. Por eso no quise follar contigo.

-En ese caso no te he decepcionado. Supongo que ya es tarde para lo otro.

-Imbécil.

Ella creía que no sabía lo del otro tipo. Se hizo la ofendida y no volvió a dirigirme la palabra. Semanas más tarde, cuando ya se había largado, terminó de vengarse completamente. Una recepcionista con la que hizo cierta amistad me plantó una hostia a santo de un comentario que le hice sobre su culo. Me llamó superficial y mujeriego, dijo que no le gustaban los tipos como yo y que me lo merecía. Supongo que Carmen allí donde estuviera se enteraría y se reiría de mí con una sonora carcajada.

No hay comentarios: