domingo, 3 de febrero de 2008

¿Y ahora qué?


Quedé una noche con Carlos, hacía tiempo que nos veíamos. Un tipo extraño: Siempre está hablando de las muchas cosas que haría si tuviera dinero. Invertiría en estoy en lo otro, se compraría un barco, viajaría a la luna. Pero no tiene dinero porque lo gasta en las cosas más absurdas. En ropa, relojes, la última novedad electrónica. Y también en drogas. Insistía esa noche en fumar base. -Si tuviera amoníaco, sacaríamos base de esos tres gramos de farlopa. No este que tengo para fregar el suelo, perfumado. Este te pudre por dentro. - Lo decía como si hacerlo con otra clase de amoniaco fuera algo sano. – Saldría una gota enorme si lo hiciéramos con tres gramos, cogeríamos una muy grande, si tuviera amoniaco, pero ahora no hay farmacias abiertas. – Si tuviera amoniaco, si tuviera dinero. Siempre estaba igual. No me apetecía mucho fumar en plata, la verdad, me sentaba muy mal., me ponía demasiado agresivo. Quería emborracharme simplemente.

Yo compré una botella. Él tenía una entera y otra por la mitad. Nos lo acabamos todo. Insistió en salir por ahí, a alguna discoteca. Yo solo pensaba en vomitar. Hizo dos rayas que sumaban más de medio gramo entre las dos que nos dieron aplomo y algo más. Ahora si estábamos en condiciones de salir a la calle.

No tardó en acercárseme alguna. Es muy fácil en esos sitios. No puedes permanecer a solas. Siempre hay alguna dándote el coñazo. A mí, por alguna razón que se me escapa, solo se me acercan las inseguras. Solo buscan saber que pueden ponerte cachondo, lamerte el cuello, dejar que les sobes el culo, tal vez dejan que te las lleves a la cama. Y luego desaparecen. Esta era, como no, de ese tipo de chicas. Yo, en mi estado, solo quería quitármela de encima. Fui grosero, demasiado. Ella insistía en enseñarme el encaje de su camiseta con la intención de que me fijara en sus tetas. Me miraba con unos ojos encendidos. Su piel brillaba como si estuviera bañada en esperma. Todo lo que de ella emanaba era sexo. –Si supieras lo buena que estoy, tengo un buen cuerpo debajo de toda esta ropa. – Decía sobándose las tetas. Me sentí abrumado y fui aún más grosero. Cuando entendió que esa noche no iba a acostarme con ella se largó a buscar a otro.

No tenía intención de follar esa noche con esa ni con ninguna otra. Solo quería beber y, de vez en cuando, posar mi mirada beoda en algún culo o algún buen par de tetas. La idea de tener a alguna de esas saltando encima de mí me atraía bastante, pero no me sentía con fuerzas como para aguantarlas al día siguiente. O a los dos minutos de acabar. Aún pensaba en la última que plantó. Por segunda vez. La primera vez se aburrió rápido de mí y me alejó con excusas y buenas palabras. Yo fui tan imbécil que me enamoré de ella por segunda vez. Era su cara la que quería ver por la mañana, no la de cualquier otra. Y la vi, pero no por la mañana, sino a los pocos minutos. Como no quería quedar como un idiota me recompuse, la saludé impostando una sobriedad y valor de los que carecía y me largué antes de cometer alguna estupidez.

Ya solo podía irme a casa a masticar mi rencor y mi congoja. Se me cruzó una chica en una puerta. Intenté ser lo más cínico y cruel que mi etílico estado me permitía. No me dejó acabar la tercera frase. –Eres muy simpático y muy gracioso, ¿me das tu número de teléfono?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que todo sea ficcion Dieg.
sino tendre que prohibir la venta de botellas de amoniaco.. ¬¬

mack dijo...

Díselo a tu amiga Amy que es la que le da al crack :P